miércoles, 9 de mayo de 2012

"Juntos somos más fuertes"


L a sencilla frase que encabeza este artículo es el lema del Día de Europa que se celebra hoy 9 de mayo. Es así desde 1985 año en que quedó instituida por los Jefes de Estado y de gobierno reunidos en el Consejo Europeo. Se trata de recordar la conocida como Declaración Schuman  de 1950 que pasa por ser el texto fundacional de la Unión Europea.

No me resisto a copiar aquí un párrafo de la Declaración: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania”

Aunque la economía pasó enseguida a ser el leitmotiv de la Unión, las intenciones de los fundadores son de orden político y se basaban en la necesidad de conjurar el peligro de una tercera guerra mundial, amenaza bien patente en aquellos tiempos.

Desde entonces ha llovido mucho, especialmente en Alemania y Francia como si los dioses reconocieran también el papel protagonista que la Declaración otorgaba a estas dos naciones. Tanto es así, que el lema en cuestión podría matizarse con un  “… sí, pero con Francia y Alemania tirando del carro”

Visto lo visto, en todo caso, no es que juntos seamos más fuertes que, ciertamente, es así, sino que no nos queda otra. Lo preocupante es qué la crisis ha paralizado la construcción europea que, o será política como quisieron los padres fundadores, o no será.

Si algo caracteriza a la Europa de los últimos sesenta años es la construcción del estado del bienestar, esta es su seña de identidad más característica. Más aún, cuando las instituciones de la Unión tuvieron verdadero peso fue cuando la socialdemocracia y las fuerzas más conservadoras estuvieron de acuerdo en alcanzar esas cotas de bienestar.

Ahora esa obra se desmorona a pasos agigantados y comienzan a aparecer con fuerza suicida quienes siempre estuvieron dispuestos a incubar el huevo de la serpiente. Son la criatura de la corrupción pero también de quienes, debilitando al Estado, envuelven en un canto a la libertad sus intereses insolidarios. No es fatalismo, no son designios de la historia, no son ciclos inexorables: es el resultado de ceder el poder soberano de los pueblos a instrumentos y entes a los que nadie otorgó la facultad de dirigir la vida de la gente.

Cuando se redactó la Declaración Schuman, el mundo acababa de salir de una guerra devastadora  y se temía otro conflicto monstruoso. Ya no se libran esa clase de batallas en el solar europeo; ya no se dan esas confrontaciones globales (¿no?) Ahora las confrontaciones con incruentas (¿lo son?) Pero lo que está en juego es nada menos que la democracia tan como siempre se concibió en Europa, es decir, en el mundo.