Me
llama la atención (es una forma de hablar puesto que a estas alturas
uno está curado de espanto) que en la COP 25 se esté prestando entre
poca y ninguna atención al crecimiento económico.
Es
obvio que la idea de “desarrollo” en nuestra sociedad
globalizada, está asociada a la de “crecimiento” económico. Y
es igualmente evidente que en la ideología dominante, el
neoliberalismo, es el mercado la referencia única, pues aunque no
niegue la utilidad del Estado lo hace en la medida en que garantice
precisamente el libérrimo intercambio de bienes y servicios, esto
es, el mercado. Por completar: con tales mimbres, hablar
de "crecimiento sostenible" es para toda una corriente de las ciencias
sociales un oxímoron; pero tanto el capitalismo con rostro humano
como la socialdemocracia, o lo que queda de ella, hacen suya la idea
y alcanzan fortuna expresiones como “economía verde” -que ya he
comentado en este mismo blog- y otras.
Dejémoslo
en que cabe “otro crecimiento” igual que cabe pensar en un
“decrecimiento” que, como dice Federico de María quizás
debiéramos llamar “acrecimiento” para no dar idea de que se
propone poco menos que volver a las cavernas, lo cual en todo caso
resulta pueril. El “decrecimiento” o “acrecimiento” postula
más bien un cambio de paradigma que aspira a construir una sociedad
de "abundancia frugal" que dice Niko Paech o de "prosperidad sin
crecimiento" como propone Tim Jackson; ambos conceptos son bastante gráficos y, en mi opinión, no necesitan ser explicados o no es mi propósito ahora.
No pretendo abrir aquí un debate al respecto. Sólo me quejo de la
poca atención que en la COP25 se está prestando a lo que es
sustantivo.
El
profesor Vicenç Navarro, persona de prestigio entre nosotros y fuera
de España, se ha esforzado por recordarnos que es un clásico del
pensamiento socialista el debate sobre el crecimiento económico.
Navarro escribía en 2014 en un artículo publicado en el digital
Público titulado “Los errores de las tesis del
decrecimiento económico” que “...el
socialismo tenía que cambiar no solo la distribución de los
recursos, sino la forma y tipo de producción. Y para que ello
ocurriera es fundamental cambiar las relaciones de poder en el mundo
de la producción (con la democratización de la producción,
que es distinto a su estatalización) y cambiar el motor del sistema,
de manera que el afán de lucro se sustituyera por el afán de
servicio a las necesidades humanas, definidas democráticamente”
En
otro
orden, en
septiembre del año pasado, más de doscientas personalidades de
diferentes ámbitos científicos suscribieron una carta abierta (a la
que después se adhirieron a modo de manifiesto, unas cien mil
personas) que titularon “Europa,
ha llegado el momento de terminar con la dependencia del crecimiento”
En ella proponían lo siguiente: 1.-
“constituir
una comisión especial sobre el futuro
en post-crecimiento
en el Parlamento de la UE. Esta comisión debería debatir
activamente sobre el futuro del crecimiento, concebir políticas
alternativas para unos futuros de post-crecimiento y reconsiderar la
persecución del crecimiento como un objetivo general de todas las
políticas. 2.-
Incorporar indicadores alternativos en los marcos macro económicos
de la UE y sus estados miembros. Las políticas económicas deberían
ser evaluadas en relación con su impacto sobre el bienestar humano,
el uso de recursos, la desigualdad, y la generación de trabajo
decente. Estos indicadores deberían tener mayor importancia en los
procesos de decisión que el PIB. 3.-
Transformar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) en Pacto de
Estabilidad y Bienestar (PEB). El PEC es un conjunto de normas
orientadas para limitar los déficits públicos y la deuda pública.
El pacto debería ser revisado para garantizar que los estados
miembros puedan satisfacer las necesidades básicas de la ciudadanía,
al mismo tiempo que se reduce el uso de recursos y las emisiones
contaminantes a unos niveles sostenibles. 4.-
Crear un Ministerio para la Transición Económica en cada uno de los
estados miembros. Una nueva economía que se centre directamente en
el bienestar humano y ecológico podría ofrecer un futuro mucho
mejor que aquel que estructuralmente depende del crecimiento
económico”
Ninguno
de estos enfoques que constituyen posicionamientos rigurosos en
direcciones diferentes están en la COP25. Quizás
cuando termine nos felicitemos porque más allá de las palabras y
las buenas intenciones empecemos a ver que los estados toman
iniciativas significativas para
enfrentar la crisis climática.
Pero
soy pesimista porque seguimos sin ir al fondo de los problemas. Y
cada vez tenemos menos tiempo.