jueves, 21 de septiembre de 2017

Se acabó la equidistancia

En estos días hemos visto cómo gente sensata decidía que con la aprobación en el Parlamento Catalán de las llamadas leyes del Referendum y la de Transitoriedad, era el momento de abandonar el análisis complejo y ponderado que este viejo, grave y esquinado asunto requiere para ponerse del lado del guardián del Estado español, su Gobierno. Los más honestos lo hacen poniéndose una pinza en la nariz pero, probablemente, aliviados de tener que hilar fino todo el rato y ser tenidos -encima- por equidistantes, esto es según la apreciación al uso: tibios; traidores para los más bastos de entendederas.

Tocan a arrebato ante el sedicioso intento de romper España. Lo que pudo ser, lo que ahora es, lo que puede ser...nada de eso importa en este instante. El Gobierno del Partido Popular sopla fanfarrias y proclama que se está incumpliendo la Ley, sacrosanto paradigma de las esencias democráticas, y... prietas la filas aunque, ya digo, en la formación se aprecie algún desaliño y cierta incomodidad por tener que aceptar sin rechistar las órdenes del sargento colilla.

Produce mucho desasosiego ver cómo gentes decentes y, por tanto, criticas con un Gobierno que lleva seis años dando un golpe de estado en diferido y en forma de simulación contra su propio pueblo, sostenido por un grupo corrupto hasta las cachas y unos votantes marcianos, deciden que no obstante y ante el “desafío” de quienes desean decidir si quieren irse o quedarse, la repugnante imagen de Alí Babá como guardián del Estado de Derecho debe ser temporalmente ignorada; aprietan el culo y adelante con los faroles.

El juego es perverso. En Cataluña, la burguesía corrompida que representa el PdeCAT, los soñadores de ERC y esa gente rara que dice ser de izquierdas y que se agrupan bajo el acrónimo de las CUP, violentan el Parlament e inician una aventura que no puede acabar bien por mucho que el Gobierno liberticida de España y su putrefacto partido junto al insufrible socio y el decadente PSOE, les pongan en un callejón sin salida. Ni idea de cuanto de mal terminará esto: no se sabe si será un desastre o una colosal frustración. Nadie lo sabe.

Lo que sí sabemos los equidistantes, los tibios, los que pase lo que pase nos negamos a ver el mundo en blanco o negro ni siquiera un rato y por razones tácticas, es que lo que esta sucediendo ahora, en este momento, trasciende ya el conflicto que lo origina.

Ya no es solo una cuestión de catalanes, de españoles, de catalanes y españoles, de españoles catalanes...Se ha detenido a cargos electos de forma preventiva, se llama a declarar en un obvio intento intimidatorio a alcaldes, se violentan sedes de las instituciones, se persiguen imprentas, medios de comunicación, empresas privadas…

Y aquí sí que no se puede ser equidistante ni tibio. Por mucho que piense lo que pienso de quienes han puesto en marcha el llamado Procés, Cataluña también es el Estado y la responsabilidad final de su gestión es siempre de los tres Poderes que lo conforman: en este asunto el Legislativo está secuestrado por PP y Ciudadanos con el pasmo insensato del PSOE; el Judicial, vía Fiscalía y por mano de dos o tres jueces de clara adscripción ideológica, se pliega a los intereses del Ejecutivo que, además de hacer del NO su horizonte (el PP y el Gobierno no quieren ni han querido nunca consulta alguna, ni sin garantías ni con garantías, por más que pongan caritas ahora algunos ministros), estrangula la capacidad financiera de la Generalitat aplicando de hecho y de sobaquillo el Artículo 155 de la Constitución.

Lo que está sucediendo es sucio, feo y triste, y ya afecta a los derechos civiles que están siendo conculcados. Y, cuando pasa algo así, ya es asunto de todos. En medio de esta mierda hay, con todo, una imagen que a mi personalmente me reconforta: la gente en la calle, en Cataluña y en muchos otros lugares, dando un ejemplo de civismo y templanza; en estos días nos hemos llamado por teléfono, nos hemos wasapeado quienes mantenemos relaciones familiares y de amistad dentro y fuera de Cataluña; no era necesario renovar los lazos que nos unen pero, a mi al menos, me pareció que debía hacerlo. El problema es que no se cuanto tardarán en aparecer los encapuchados y quienes están dispuestos a hacer caso a los incendiarios de mesa camilla.